Sobre Trampa de luz, por Damián Ríos

Trampa de luz es una novela dedicada a las peripecias de uno que empieza su día con la visita de su ex, embarazada, que viene a devolverle plata. El departamento, la ciudad y el clima general de la novela parecen de otra época, o al menos de una época en la que no estaban de moda los discursos que hoy impregnan el tono de la época. Autos desvencijados, materiales en descomposición, cortes de luz, trabajos de mala calidad y mal pagos. Sin embargo, los tiempos de Trampa de luz son nuestros tiempos y se inscribe en una tradición, el objetivismo literario, que tiene un desarrollo reciente. El calor insoportable y la inminencia de una tormenta le dan al relato la idea de que algo está grave se está gestando afuera de la novela.
La narración en fluida y tiende a concentrarse en el personaje y en ese sentido, a pesar de su longitud, el libro hace pensar en un cuento. ¿Dónde está lo novelístico en Trampa de luz? Tal vez en el escepticismo que destila y se extiende y en su renuncia a la dispersión de discursos, temporalidades y procedimientos a los que nos tiene acostumbrado la novelística contemporánea; al contrario, su autor se detiene y escarba en un día, largo, en el que el personaje sigue cayendo (lo hace desde antes de empiece la novela y todo indica que su caída seguirá después) poco a poco, ralentado y a su narración minuciosa, minimalista de esa peripecia.
Hay otros personajes, por ejemplo Silas, el portero, siempre con algún trabajo sospechoso. Se lee de un tirón y está muy bien escrita. Tiene escenas memorables e imágenes muy bien trabajadas.
Damián Ríos

Publicado en FB por Damián Ríos en octubre de 2011.

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